Dices…

Dices que me gritas para protegerme pero, ¿quién me protege de tus gritos?
Dices que me reprimes para que no me haga daño pero, al impedirme hacer lo que quiero, dañas mi integridad.
Me dices que tú sabes mejor lo que me conviene y yo, que quiero creer en ti, aprendo que lo que me pide mi cuerpo no es lo correcto y, poco a poco, dejaré de escucharlo.

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